Jorge Espada Guillorme: Padre Sin Escuela

Martes 23 agosto EVAE 2016

Jorge Espada Guillorme: Padre Sin Escuela

Somos padres de dos chicos de quince y doce años, que no van al instituto ni al colegio. La decisión de desescolarizar llegó en su momento más por necesidad, que por convicción: teníamos un hijo al que la escuela le estaba haciendo daño y debíamos buscar una solución.

Os contaremos nuestra experiencia. Más detalles de por qué decidimos dejar el colegio y cómo lo hicimos, qué consecuencias tuvo a nivel personal y legal. Cómo es nuestro día a día. Qué expectativas tenemos de cara al futuro.

La verdad es que desde entonces se inició una etapa nueva para todos nosotros. Dejamos de correr, y volvimos a sentirnos dueños de nuestra vida. Comenzó un camino con el que disfrutamos cada día y en el que ya no importa cuánto tardarán en llegar. Lo que consideramos importante ahora es cómo se encuentran nuestros hijos en ese proceso y que terminen encontrando el lugar donde realmente ellos quieran estar.

Podemos asegurar que todo lo que hemos aprendido en estos últimos tres años, gracias a la propia experiencia personal, y a lo que nos han transmitido las personas con las que hemos contactado, nos ha proporcionado la convicción que nos faltó al principio, y todo ello nos ha cambiado, definitivamente, la vida.

Nunca nos gustó ejercer de profesores. Intentamos evitarlo cuando nuestros hijos iban al colegio, con poca fortuna entonces y, desde luego, lo hemos evitado después, en casa, aunque ha sido un proceso paulatino.

Creemos firmemente que no hay nada más duro, frustrante y desalentador que intentar enseñar a alguien algo que esa persona no tiene interés en aprender, algo para lo que no está preparada, madura, que no le gusta o para lo que no tiene suficiente capacidad.

Qué bonito, en cambio, que maravilla es acompañar a otra persona, facilitarle los medios o la guía para que descubra, por sí misma, algo por lo que siente curiosidad. Vivir el proceso en el que se satisface el hambre de conocimiento es una experiencia tan satisfactoria para ambos que nos llevará, inevitablemente, a querer continuar un camino, un viaje que no acaba nunca.

Toda una aventura en la que hemos aprendido mucho de nuestros hijos que, por cierto, nunca intentaron enseñarnos nada...